miércoles, 25 de junio de 2014

Heliogábalo

[...] ''El único cielo al que seré llevado, es cuando estoy a solas contigo'' (Hozier, Take me to church)

      El resplandor del fuego de las lucernas titilaba sobre la superficie de aquella perfecta copa, verdaderamente hermosa, trabajada con las más finas artes aprendidas a través de siglos de perfeccionamiento; -en efecto, ya no hacen copas como estas- pensé. Hace ya muchos siglos que las manos de expertos ceramistas ya no se dedican al cuidado de tales objetos, es por eso, que no podrían no pertenecer a esta familia. Estaba profusa y bellamente decorada con figuras rojas sobre fondo negro, lo más habitual es que fueran escenas costumbristas, de vida diaria y que se acostumbraban a usar para épocas espcificas. Cuando se acercaba el momento de recoger los frutos que Deméter había estado guardando tan celosamente, lo habitual era que las familias recogieran la vajilla con escenas de caza por las de siega. 

      El ajetreo que reinaba en la ciudad era casi inaguantable. El Praetor Urbis había incrementado las patrullas, hasta tal punto, que era habitual ver hasta tres veces más de las que uno podía vislumbrar cualquier parte del año. Intentaban asegurarse que los pequeños grupúsculos que se dedicaban a sembrar el panico en la ciudad, no actuasen, pero si he de ser sincero, nunca lo conseguían y todos los años aparecían al final de la noche, varios cientos de muertos. Los que llevabamos un tiempo viviendo en esta ciudad, ya estabamos acostumbrados, no nos resultaba nada descabellado tropezarte, al doblar la esquina con cualquier jover idealista tosiendo sangre, en varias ocasiones, -y siempre por estas fechas- me he topado con jóvenes de belleza extrema degollados de parte a parte apoyados en la base de la muralla que da al barrio rico. -pobre...tan sumo desperdicio de los dones de Narciso- pensaba para mis adentros, pero cuando uno juega a la terrible debacle de enfrentarse a las desdichas y despechos de las mujeres romanas, sabe que juega contra verdaderos titanes y que en muchas ocasiones, uno tiene las de perder.  Me acerqué a ver quién había sido esta vez...

      ¿Heliogábalo, estás bien? tienes la mirada perdida. En aquellos momentos volví a fijar mi vista en aquella jarra vinaria, esta vez había cambiado, en ella habían dibujado dos animales mitólogicos -no sabría deciros, la verdad, nunca puse atención a ese tipo de historias, entre otras cosas, porque estaba decidido a que yo la escribiría- mientras respondía con tono dubitativo: 
-si... bueno... sabéis que acostumbro a venir con cierta regularidad... 
-¡si, pero nunca en estas fechas, siempre estás ocupadísimo con tus trabajos en el Palacio Imperial ! -me respondió Cornelia- 
-En efecto, las razones por las que estoy hoy aquí, son completa y absolutamente extraordinarias... no te preocupes, sólo se tratan de negocios, hablaré con tu marido Publio -la mentí al ver la expresión de tensión que se estaba dibujando en su semblante al tiempo que nuestra conversación avanzaba, aunque en lo más profundo de mi ser, supe que había sabido, con tan solo mirar mis ojos, la terrible razón por la que estaba allí, aún así, las facciones de su rosto se relajaron cuando su marido apareció acompañado por uno de sus más fieles esclavos- 

      Abracé a su marido Publio con cierto dolor en el pecho y algo de incomodidad, no por los profusos besos que nos despachamos -al fin y al cabo, sólo nosotros sabemos en los mares en los que hemos navegado- si no porque su coraza nueva aún no sehabi daptado a las facciones corporales con perfección  y los torques y remaches se me calvaban. Posé mi mano sobre su hombro y lo invité a salir. Vamos acompañame, demos una vuelta por el puerto -le susurré- y salimos de su casa. Tal y como esperaba, en el alfeizar nos esperaban diez de sus mejores hombres, he de deicr que los de Publio, siempre se habían caracterizado por la más alta excelsitud en sus artes y armamento, lo mejor de lo mejor- seguidamente nos encaminamos hacia la entrada de la villae dónde nos esperaba mi carruaje.

      Estoy especialmente contento con que escogieras a mi hijo Temístocles y lo tomaras bajo tu protección Heliogábalo, estoy seguro de destacará. -me espetó, una vez hubimos puesto los pies en la cuadriga mientras ésta se deslizaba con el trotar de lo caballos-. En ese momento, el corazón me dió un vuelco, intenté por todos los medios que no vislumbrara ni un àpice de la preocupación y el dolor que en esos momentos me estrujaba el corazón como si un lobo hubiera mordido mi ya de por sí maltrecho pecho. 

-De eso quería hablarte, siempre supiste lo muy protector que siempre fui con tu hijo, al tiempo que sabes de las dificultades  que siempre he tenido para que me hicera caso...

-Antes que nada -y eché una mirada a Democles, que me la devolvió con un leve y sutíl asentimiento de cabeza- quiero que sepas que he mandado ajusticiar al responsable de su seguridad, no sabemos aún quién lo aseinó, pero ten en cuenta que tarde o temprano, este momento tenía que llegar, formas parte de una de las familias más ricas de esta ciudad y sabes que tu fidelidad hacia mis políticas tendrían grandes contrapartidas negativas. Por eso te pido, querido amigo, que tu fé hacia los dioses y tu fidelidad hacia mí, no decaigan. Te prometo que obtendrás venganza. 
Y tras esa convesación no pude más que acompañarlo en su silencio de vuelta a la Villae.

      Aquella mañana decidí darme una vuelta por el puerto, aprovechando lo propicio de las fechas -5 de Junio- quería que lopriero que viera El-Gabal, al despertar su luz en Oiente sobre el mar fuese yo y me diera las respuestas que estaba esperando. Vestí mi mejor toga e hice ensillar el mejor de mi caballo. Descendí al puerto a través de las escaleras que unían el templo de Vesta desde el promontorio y las naves. 

¡No sé como esta vez han conseguido saber dónde me dirigía, es más no sé cómo han conseguido llegar antes que yo! -pensé para mi yo interno- y al tiempo que yo me acercaba hacia aquella pequeña caleta, que se ubicaba a la derecha del puerto, los hombres de Democles vigilaban a distancia pero velando por mi seguridad. Andé apenas quince metros y me senté en aquella piedra tallada a base de años, salitre y la rabia del padre Poseidón en sus más iránicos momentos, era un escenario perfecto para disfrutar de la intimidad y la mística unión que ofrecían estos momentos. Cerré los ojos con la seguridad que me proporcionaban los quince hombres que Democles -mi Prefecto del Pretorio- había preparado para la ocasión, y dejé que cientos de sensaciones penetrasen en mi interior. 

      El penetrante olor del salítre atraído por la brisa marina que acariciaba mi cara y ondeaba al viento mi cabello, era especialmente fresco, relajante, puro... me sentía, relajado, tranquilo, en paz... es ese olor parecido que flota en el ambiente cuando nuestro padre Zeus encapota el cielo, signo inequívoco de su cólera, ese olor picante mezcla de tierra mojada y verdor... los tenues rayos solares, eran caricias que mi padre me enviaba desde el Olimpo, y a su vez, aclaraba mis turbios pensamientos. Si, lo reconozco, estaba, en cierto modo, perdido; no sabía cómo actuar en ese tipo de situaciones, nunca antes un sumo sacerdote habia tenido que enfrentarse al gobierno de un Imperio y esperaba que El-Gabal, me diese algunas pistas. El despertar del puerto, me sacó del ensimismamiento interno que me tenía allí flotando, me levanté y me dispuse a abandonar aquel lugar. 


Había un barco atracado en el muelle que era especialmente grande, llamó mi atención, pues era un diseño  al estilo griego muy alejado a los típicos barcos pesqueros que los locales utilizaban para faenar, levanté mi mano derecha y Democles se acercó, le señalé aquel barco y dijo: 

-Lo sé, se trata del nuevo barco de esclavos de Tarquinio, se rumorea que con esta partida va a ganar muchisimo dinero, los mejores lupanares están a la caza de estos chavales capturados en Caria.
-Tú... lo sabes todo, al perecer, -le contesté-
-En efecto y por eso me hiciste tu Prefecto del Pretor, por eso y porque te conozco como si te hubiera parido. 
Por suerte-para ellos- el sino hizo que el desembarco de esclavos coincidiera con mi desfilar por el puerto, pasaron a mi lado con paso taciturno, sabiendo la vida que los esperaba, gran parte de ellos, habían sido vendidos por el señor de sus padres, otros, habían sido capturados mientras deambulaban solos, niños de la calle... 

      -¡Eh tú!, ¿no habrás osado siquiera rozar mi imperial mano con tu asquerosa y mugrienta mano? le espeté a aquel esclavo, inmeditamnte uno de los hombres de la guardia desenvainó su gladius completamente dispuesto a insertarlo en la boca del estómago de aquel chaval, me devolvió  una mirada entre desafiante y de suficiencia, de arrogancia y del placerque da saber que aquella acción había dado resultado. Lo había conseguido. Levanté mi mano antes de que el soldado pudiera asesinar a aquel efebo, éste al no ver cumplida sus ansias de sangre, insertó su espada, sin mediar palabra alguna en el compañero inmeditamente anterior al que yo me había dirigido. Tarquinio, que había estado observando desde lejos toda la escena, se apresuró a venir hacia nosotros corriendo, mi guardia me preservó de todo peligro y con grandes gritos, reclamó el pago por su esclavo muerto. Aquel soldado abrió una especie de bolsa de cuero que portaba, sacó una copa, un pellejo de cabra, vertío vino aguado en ella, y lo derramó al suelo, diciendo ''ahí tienes tu pago, un trago de vino, bébetelo si te apetece'' y con la rabia de haber cobrado y que la tierra se hubiera llevado su paga dió media vuelta susurrando algo que mis oídos no pudieron escuchar. Me dirigí a aquel jóven, de rasgos dulces, a caballo entre la adolescencia y una jóven madurez. le espeté: 

      -Nombre y profesión
      -Hierocles señor, y en mi tierra era jinete. 
      -Perfecto, se celebran unos juegos esta noche, serás mi áuriga, y si sabes lo que te conviene, más te vale ganar. cortaron las cuerdas y dos de los hombres de la guardia lo llevaron a preraprar. 

      Cayó la luz, el sol descendió en poniente y dio paso a una luna perfecta, plateada, brillante y especialmnte grande, entré por la puerta del circo máximo que estaba reservada a dirigentes y dignatarios, cita obligada para los que detentamos ciertos puestos de responsabilidad dentro del Imperio. Los hombres de la guardia se miraban entre ellos intranquilos, rezando a todo el panteon para qué no notara que... 



¡MIERDA! CÓMO COJONES HABEIS DEJADO QUE OCURRIERA!!! ENCONTRADLE INMEDIATAMENTE, QUE NINGÚN HOMBRE DE MI GUARDIA DESCANSE HASTA ENCONTRARLO, HE PAGADO MUCHO MÁS DE LO QUE VALEN VUESTRAS VIDAS POR LA SUYA


      Como contrapartida, habían colocado al ya veterano Auror, un auriga valor seguro de mi propiedad, mientras la ira se apoderaba de cada uno de las células de mi cuerpo, la guardia rastreaba toda la ciudad y Democles intentaba que difrutara de los juego a la par que calmar mi ira antes de que  uno de sus hombres acabara sin cabeza -con lo difícil que le era encontrar hombres tan válidos y fieles, es normal que se preocupe por mis arrebatos- Acabaron los juegos y yo aún segúia de muy mal humor, tanto que decidí declinar la posibilidad de volver en cuadriga y opté por ir andando. No se que extraño poder tiene pero cuando los nervios, la ansiedad, el mal humor o las ganas de liarme a espadazos con todo el que pase me gobiernan, andar me sirve como tanque de vaciado, mientras camino, discuto y echo pestes por la boca a mi mismo y al mundo, y de ese modo, cuando llego, he lastrado la suficiente mierda como para que esos procesos ya no me afecten. Metí mi mano en uno de los bolsillos y dobleces que alberga mi uniforme, saqué mi Spintria la introduje a través de la ranura que había al lado de la puerta, e inmediatamnte la puerta se abrió con un súbito chirrído, entré y se cerró tras de mí. 


-Máximo Décimo Meriodio a su servicio, seré su sirviente esta noche, su efebo habitual ya le está esperando. 


      Me encaminé hacia la habitación donde tenían las ''reuniones'' en que todo se olvidaba con un buen esclavo y un buen vino sin rebajar. colgé la capa imperial así el manillar empujé, la habitación staba algo más oscura de lo normal, está vez sólo estaban encendidas tres de las seis lucernas que normalmente iluminan la estancia, cerré tras de mi, mis ojos recorrieron la estancia y ¡GUARD! antes de que pudiera llamar a mi guardia personal una mano había agarrado mi cinturón y me había acercado hasta sí, con la otra me había desarmado y me había hecho callar con uno de los mejores besos que me habían dado en mucho tiempo. Dejó mi gladius en el alfeizar de la ventana, en el lado contrario estaba aquel esclavo tan mono y a la que tantas veces me había follado. Estaba sentado, semidesnudo, tenía los ojos vendados con un pequeño pañuelo de seda carmesí que solíamos usar en nuestros usuales juegos precoitales, mientras calmaba mis nervios ante la idea de que pudiera no ver amanecer mañana y pensando la manera de poder darme la vuelta y ver quién había maniatado a aquel pobre infeliz, me iba fijando en cada uno de los cardenales que, como si del pelaje de un guepardo se tratase, adornaban su maltrecho cuerpo. Pasados unos minutos -para mí pasaron como horas enteras- una voz me susurró ''Shh tranquilo, no voy a hacerte daño, date la vuelta y podrás verme''. Era una voz juvenil, jovial, llena de calor, colorido, dulzura... penetró por mis oídos y embriagó mi cerebro, era una sensacion verdaderamente extraña. Albergaba sentimientos encontrados, las piernas me temblaban de terror, nunca había entrado en batalla, sabía que estaba bien entrenado, pero desgraciadamente, a nadie le preparan para ello, el corazón latía tan desbocado que parecía un caballo de Britannia. 


      Mientras él iba a por el fino pañuelo de seda que cubría los ojos del esclavo vi su espalda, estaba recorrida de cicatrices de su Norte a su Sur, latigazos supuse,  aún así, era una espalda dura, fuerte, musculada, con los lumbares marcadamente duros, contracturados, dolientes aún de haber padecido un largo viaje. Tenía el cuello cubierto por una fina melena de pelo rubio y que francamente encontraba deliciosamente juguetona, incitante... llevaba varios días sin ducharse, y aún así, su cuerpo desprendía un rico aroma amaderado con sutiles notas de perla y ambar egipcio, por ello deduje que se trataba de un individuo de Oriente, Grecia o de la provincia de Siria, ese tipo de productos son relativamente fáciles de encontrar a través del comercio. Bajé la vista y fui directamente a lo que me interesaba, su trasero, ese hijoputa me habia dado un susto de muerte y una erecciónmás fuerte que la erupción del Vesubio años atrás. He de reconocer que tenía un culo bonito, atlético y dorado por el so, sus nalgas no eran ni muy grandes ni muy pequeñas, tenia el trasero tal y como adoraba, sencillamente, perfecto. Como se suele decir, me quedé a cuadros al ver cómo su pene asomaba entre el hueco de los muslos al andar, y al tiempo, me invadió una sensacion de satisfacción y frivolidad enorme al saber que tan inmenso pene iba a penetrarme al tiempo que inconscientemente, dibujé en mi cara una sonrisa picarona y mi lengua humectaba mis resecos labios. 


      Cubrió mis ojos con el pañuelo, me empujó y fui a caer directamente en el lectus, ya medio desnudo lo noté caliente, húmedo, rozando mis labios le agarré el pene y sólo me dejé hacer... pasado lo que a mi me pareció uninstante, dejó de penetrarme, se levantó, desato al esclavo que había estado mirándonos todo este  tiempo. Éste salió corriendo de la estancia y como si el tiempo de hubiera detenido, volvió, introdujo su pene en mí, y me folló tan rápida y salvajemente... la guardia entró en la habitacion, cada sílaba encajaba con el rítmico vaivén de sus embestidas. se corrió. entre gemidos y con el habla y la respiración entrecortada les impedía que movieran un solo dedo. Es...es...esperad ah!!! maldito cabrón... no...no movías ni... ni.. ni un dedo... se rió sonoramente y e acercó a mi oído y me susurró ''lo sabía, recuerda que ya es día 7, día Vestal''.


... Ela!!!!!! siempre estás en las nubes. seguí contemplando aquel ensimismamiento que aquel sagrado fuego, transmitido a traves del tiempo habia mantenido, mientras la madera crepitaba, el fuego dibujaba suntuosas e indefinidas formas... jajaj ''ya sabes, la magia de San Juan'' contesté mientras me levantaba y miraba mi teléfono, esperando ese mensaje que devolviera a mi pecho la sístole necesaria que lo pusiera a funcionar.

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links complementarios
http://www.jotdown.es/2011/08/los-crimenes-de-heliogabalo/

http://legioviiclaudia.blogspot.com.es/2013/06/festividades-romanas-ligadas-al-verano.html?spref=fb

http://www.numismaticodigital.com/noticia/6321/Articulos-Numismatica/Spintria-la-ficha-erotica-de-la-Antigua-Roma.html



  


domingo, 22 de junio de 2014

Elagábalo

[...] supongo que todos, en algún momento de nuestra vida, esperamos que las cosas cambien con una carta. Sí, una carta que viene volando a lo lejos asida por el pico de una majestuosa lechuza y como si de una película se tratase; pues ese día, nada cambió. 

      Si echo la memoria atrás e intento ver cómo era hace unos años. me resultaría casi imposible acordarme, recordarme, puesto que el ser humano es un ente en constante cambio -sin mencionar el hecho de que como los estudiosos de la psicología advierten, en nosotros viven 3, el yo, el ego y el superego- y por tanto es casi imposible saber quiénes somos. En esa intrincada mezcla me hallo, intentando averiguar quién soy y cómo he llegado hasta este mundo que de imperfecto e irreal, me parece completamente autodestructivo. De vez en cuando vienen hasta mi memoria flashes de tiempos pasados, imágenes de ciudades completamente fastuosas, bellamente decoradas...

       A veces hay días en que uno no se siente especialmente atractivo, y otros por el contrario que no haces más que desfilarte toda la puta ciudad con la autoestima tan alta que con una sola sonrrisa derribarías cualquier tipo de muro que te pusieran delante, pues bien, aquella noche fue la que el viejo, tímido y cohibido chaval, dejó paso ese ávido Emperador al que hace referencia. No esperaba mucho de aquel día la verdad, acudir al local habitual en que uno se siente más en su salsa, ese pequeño refugio de paz que todos tenemos en algún rincón de esta sórdida y aletargada ciudad. Solo esperaba poder entretenerme como cualquier otro jueves, ya que yo no soy muy dado a salir un día de diario; no quería que Clío se perdiera la oportunidad de ver ese magnifico espectáculo o puede que sencillamente estuviera buscando alguien con quien hablar. 

      Durante el espectáculo, no dejé de comentarla, a colación de las puyas que el chaval nos estaba tirando a cada uno de los que estabamos allí las ideas que me venían surgiendo a la cabeza. Me vanaglorié de que verdaderamente el chaval, tal y como yo había dicho, tenía el trasero más bonito de toda la ciudad -y con todos mis respetos a su queridisima pareja, pero es así- y me señalo con muy buen acierto, que de hecho, también tenía unas piernas muy bonitas. De vez en cuando, con el disimulo que a veces me caracteriza, echaba una mirada a la mesa de enfrente y entre bromas, muy hacia mis adentros deseaba poder estar así con alguien como estaban ellos, tiene merito que dos personas se quieran con tanta sinceridad y más si ya tienen cierta edad en la que todos -o la gran mayoría- estaremos de acuerdo en que se nos hace un poquito más dificil encontrar ese tipo de personas. 

      Tras el pequeño descanso en el bar sólo quedamos como quien dice ''cuatro gatos'' pero ese espíritu de hacenoslo pasar tan bien, no hizo mella en él. de repente vi que mi acompañante giraba la cabeza y se levantaba rapidamente para acercarse a la puerta del establecimiento. Al mismo tiempo, yo también giré mi cabeza para ver qué le habia llamado tanto la atención. Tuve suerte de que Clío tuviese el mismo trayecto que yo, ya que era la primera vez que quedaba con ella fuera de aquel círculo en el que nos conocimos. Llegado el momento de partír, se unió a nosotros uno de aquellos chavales que a última hora entró en el bar. He de reconocer que mis ojos se posaron en él desde el mismo instante en que pude verlo, y hasta me costó disimular, por eso es que al acabar, me ceñi esa boina que tanto me gusta y que me da un aire tan bohemio y salí apresuradamente del local para intentar controlar mis nrvios y que no se me notase. 

    Por el camino, estuvimos hablando de mil y una estupideces y que sinceramente no puedo recordar; No use verdadero empeño en recordarlas, estuve más atento a sumirada, sus gestos, cualquier indicativo que me dijera que él, al igual que yo, había puesto toda mi atención en él. llegado la hora de despedirme, no recuerdo muy bien lo que dije, pero tuve suerte, decidió acompañarnos un poco más y dejamos a Clío en su casa y nos despedimos de ella. 

          -Ahora tienes que guiarme, no sé dónde queda el centro comercial
          - Tranqui, solo sígueme (dije mientras intentaba que los nervios no quebrasen mi voz)

    De camino y para que el silencio no se hiciera demasiado cómodo, hice algún que otro comentario a esos ojazos que tenía o a lo bien que viste un traje. Él haciendo un intento muy sutil de corresponder a mis comentarios (Que mas que eso, parecían auténticas embestidas con ariete) dijo que de los dos, sin duda, a quien mejor le quedaría era a mi. Llegamos a nuestro destino y decidí acompañrlo un poco más esperando a que su gallardía contrarestara mi timidez y diera el primer paso, extendíó su mano hacia mi con un ''buenas noches'', pero de repente y sin que a mi cerebro le diese tiempo a pensar, cogí su mano, y lo acerqué a mi, dejando que sus labios dibujaran a los míos sin pensar, sin decidir si mal o bien... intentando almacenar cada instante de aquel momento en mi memoria por si al día sigueinte no lo volviera a ver. 

-Encantado, soy Elagábalo, pero puedes llamarme Ela. 

Y al minuto siguiente de dejarlo atrás, recibí en mi teléfono un mensaje al que sólo pude contestar con un ''He encontrado a mi Hierocles''