martes, 19 de agosto de 2014

París en Medianoche.

Arrh... Hummm... ¡No hay manera de poder conciliar ni siquiera una hora seguida de sueño! ¡Estoy harto de dar vueltas y más vueltas en la cama! ¡Ya es la cuarta vez que se me enreda la dichosa sábana en la pierna!.. en fin, supongo que he de levantarme una vez más. ¿Cómo dijo aquella amabilísima mujer que debía hacerlo..? 

-Prenez le coin de la feuille...- 
-ma... madame, je sass fermé la porte avec la clé, merci- 

Aquella mujer hablaba con un acento tan cerrado, que apenas pude entender cuál era la manera en que debía hacerse la cama (maldita manía de los apartamentos... hasta en eso tienen ''marca de la casa'' con lo fácil que es hacer una simple cama... ¡Pues no, tenían que complicarlo todo! ) reconozco que no es la mejor manera de intentar dormir una noche -bueno, una y todas desde que llegué-, pero también he de decir, que siempre que lo he hecho, el poquito rato que pude pegar ojo, lo hice mejor, con más calidad. ¿Cömo? ¿Qué sólo son las 23:·30 de la noche? me dirigí hacia la cómoda que venía con la habitación; no soy anticuario, pero estaba seguro de que como poco, aquel mueble tendría 110 años, todo un lujo sin duda, por el precio que pagaba por aquella habitación. Cogi unos pantalones a cuadros límpios, grises y entallados, una muda límpia, mi camisa de manga corta rosa palo y mi corbata a franjas dorada y gris, la boina... para cuando salga. Caminé hacia el fondo del pasillo intentando no molestar a nadie que pudiera estar durmiendo; Si, la única contraprestación que ofrecía aquel edificio tan cuco y barato, es que las dependencias de baño, estaban al final del pasillo y eran compartidos para cada dos. 

Pasé de largo el letrerito años veinte de ''bain'' de la puerta de roble francés y subí las escaleras. Eran unas escaleras preciosas en espiral, de metal forjado y una hermosa barandilla que imitaba a una enorme parra de vid, fue algo que me enamoró desde el principio, lo que en mi campo, llamamos ''Arquitectura del hierro del XIX'' mis pies creaban cierto soniquete musical un tanto arrítmico mientras subía, pero la verad es que era una de las más bonitas músicas a las que me había acostumbrado en aquel lugar. El último piso, era una zona abuhardillada, se supone que fue el antiguo piso del dueño del edificio, un simpatiquísimo anciano, lord francés, mariscal de campo de la República y que, a caballo entre heridas de guerra y talonario, no había podido conseguir descendencia y habia ''legado su mayor obra, inversión, morada hogar y corazón al pueblo francés'' y es por eso, que la habitación me sale tan barata. El ayuntamiento se hizo cargo y lo convirtió en una especie de albergue permanente para jóvenes buscavidas, normalmente la gente no pasaba mucho tiempo aquí, ya que muchos eran jóvenes de paso, excursionistas o sencillamente peregrimos de camino a Compostela; pero yo... yo me había enamorado...

Cómo iba contandoos, cierta noche hace ya meses, en la que el insomnio me volvía a atacar, decidí subir y ver qué habia más allá del tercer piso. LLevaba ya 4 meses sin que hubiera visto a nadie subir, pasar de aquel tercer piso en que se encontraban las habitaciones más baratas. Pues bien, llegué a un descansillo bastante más amplio que el resto y de hierro forjado, como la escalera y que supongo yo, entroncaría con ésta cómo el brazo entronca con el húmero a través del codo. Flanqueado por una puerta, ésta tenía cristal pintado -o eso creí ver, ya que el polvo y la poca luz nocturna, no me dejaban entrever demasiado- vislumbré ciertas posturas sexuales que me llamaron súmamente la atención, no era habitual encontrar algo así decorando una puerta como si se tratase de las más perfectas y espéndidas sacras vidrieras que pudiera contemplar -luego supe que fueron sacadas de uno de los despachos más... ''sugerentes'' del Moulin Rouge-. Cogí el picaporte con la mano, lo giré y ¡clock! la puerta se abrío súbitamente, ante mi, se encontraba un loft maravilloso, con una cristalera espléndida que dejava ver todo París, o al menos, la parte que mis ojos podían alcanzar a ver. El suelo era de un perfecto, precioso y pulido parquet, cálido, muy cálido. Me coloqué en el centro de aquella estancia y giré en rededor... al fondo a la derecha, llamó mi atención una pequeña puertecita de pino, sin letrero o cartel alguno que parecía formar parte de algún tipo de escobero, la curiosidad mató mi gato interior y me dirigí directamente a ella, la abrí  y vi un pequeño pasillo mucho más bajo de lo normal así que me incliné casi hasta doblar completamente mi cintura y avancé. 

¡JAJA! solté una sonorosísima carcajada cuando llegué al final, ''del mismo modo que orante pide el peregrino, tu, ávido celestino, has de inclinarte al placer'' rezaba la inscripción que daba a aquella sala. Fui a dar a una habitación apanelada con Teka y Granadillo, tremendamente oloroso y entre medias, finas filigranas de un anaranjado ámbar. ¡Era un jacuzzi y una sauna magnífica! y ni corto ni perezoso, me bañé y desde aquella, siempre. Siempre me he preguntado por qué nadie sube aquí, la gobernanta me dijo que se trataba de una zona común de uso público a disposición de todos los inquilinos, pero por extaña razón, sólo yo la usaba... ¡Superstitión! gritó. Salí con todas mis cosas cuando hube terminado, cogí la llave y cerré mi habitación colgando el cartel de ''ne pas déranger'' ...


   ''París, 1938 

         Hoy he despertado cómo cada noche, empapado en sudor frío y sábanas enredadas, pesadillas delincuentes que persiguen mi conciencia, mi inconsciencia y todo mi yo. Cúantas veces te he soñado desde que partí, lo siento, pero me fue imposible quedarme, los tipos como yo, de mirada crítica, pasión visceral hacia todo lo artístico y cultural, no teníamos cabida en ese nuevo país que aquel que se autodenominó garante moral, quiso crear... ¡Y no sólo pasión visceral por el arte! también pasión evisceral por todo lo autoritario, lo irracinal, lo bélico y militar... tu ya sabes qué pienso a cerca de todo eso y es por eso por lo que decidí partir... 

¿Sabes cuánto anhelo tus besos? nunca consigo dormir más de una hora seguida sin ese insano somnífero que para mí eran tus labios, aún hoy, y tras tánto tiempo léjos, cuando duermo, hay veces que hasta los siento. Siento esa presion almohadillada con la que los tuyos acariciaban y jugaban con los míos, haciéndo dellos todo lo que Vuestra Merçed quería, noto esas caricias, ese rozarmiento entre ambos, y que, entre beso y beso aceleraba mi iluso motor con  el que despedimos la vida cuando falla o nos fallan... aún recuerdo aquellas tardes cuando nos juntábamos en el pueblo con nuestras madres mientras ibas a tejer y pasabas por mis tierras... y yo, polvoriento hazadero, levantaba la herramienta para cargarla al hombro, levantar el brazo, y saludarte con mi mejor sonrrisa y un ''Buenas tardes, Señora Brágima'' y tu madre respondía con ese ''¡Pero niña, saluda, no seas mal educada!'' y automáticamente, una preciosa carita, enrojecida por la vergüenza, y esos ojazos avellana, saludaban como no queriendo, mirando hacia el suelo y seguias tu camino... camino que nunca imaginaste, sería el mío también. Vale, lo reconozco, lo hacía a propósito... sólo por la diversión que me confería verte en tan pudorosa situación. 

No te puedes hacer una idea de la de veces que, en mis paseos nocturnos a medianoche por las calles de Montmartre -y París en general- te he imaginado, sí, aquí conmigo, agarraditos de la mano, paseando como dos enamorados más saliendo de las tardes de Ópera que el Liceo organizaba, de camino a casa, con una nueva vida, una vida real, tranquila, animosa y juguetona. Te he imaginado cientos de veces de camino al Louvre, y escrito mil millones más tu nombre a los pies de su pirámide, como reservando el sitio ideal para la perfecta foto, como queriendo que nadie nos lo quitara para cuando pudieras venir, si... agarraditos de la mano, fuerte, disfrutando del otoño francés, de su atarceder y de su lluvia, que como en todos lados, moja por igual, si, pero sería una lluvia parisina... y luego, cuando entro, me siento y te recuerdo frente a la eterna sonrisa que nunca nadie ha sabido - ni sabrá me temo- descifrar nunca jamás. He de decir, que me resultas mucho más hermosa que ella, y aún, mi amigo Pablo, ese malagueño con tanto arte que vino allá por 1904 dice que ¡puede que se trate de hasta un jóven efebo un tanto andrógino! pero yo no le creo, le digo que como todo buen pintor, está un poco loco. y en efecto, te imagino y la estancia queda a oscuras, y sólo tu sonrisa la ilumina, sólo tu reluces, frente a tantas obras mundialmente queridas, añoradas e incluso aborrecidas. 

Y pasear ''pour l'Avenue des Champs-Élysées'' a media noche y que puedas ver la ciudad con la misma pasión que la veo yo cada vez que no puedo dormir sin uno sólo de tus besos. Por cierto; ¿Sabes algo de Jorge? Si, Jorge Guillén, ese vallisoletano tann clarividente para las letras, es que hace ya como medio año o así que me dijo que las cosas en España, se habñian puesto feas, muy feas... y lo noto extraño, como si no quisiera decirme algo por temor a herirme... bueno, seguro que acaba siendo algo sin importancia. HOY fuí al ayuntamiento, y pregunté por ese bonito loft del edificio en el que vivo, y sí, he iniciado los trámites para comprarlo para cuando vengas y te quedes, para disfrutar de todo lo que esa maldita guerra hubo de destruir... y sueño, muchas veces más, con hacerte todo eso que se ven en las vidrieras de la puerta, eso y mucho más... sólo espero que estés bien en Valladolid. 



                                                      Con amor, desde la medianoche de París.''

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